Avisos del Museo: Halloween criollo

Cultura 28/10/2014 . Hora: 10:29 . Lecturas: 1
Dentro de pocos días seguramente seremos sorprendimos por niños con disfraces de brujas y fantasmas recorriendo las calles de nuestras localidades, pidiendo golosinas. Sin duda, Halloween es una simpática forma de diversión, pero que esconde un mensaje que debe invitarnos a reflexionar acerca de cómo estamos siendo invadidos por costumbres y tradiciones extranjeras que nada tienen que ver con nuestra identidad. Hace un par de años atrás en el MIB organizamos una muestra que se llamó ¨Pilchas Gauchas¨. En la apertura de la muestra, la profesora y asesora del Museo, Fabiana Alvarez convocaba a investigar acerca de los ¨personajes¨ que nuestra cultura también posee . Por tal motivo, desde el MIB queremos compartir lo que hemos averiguado y denominado como ¨Halloween criollo¨. EL LOBIZON. También conocido en otras regiones sudamericanas como lobisón, lubisonte y luisón), es un equivalente al sinónimo sudamericano del hombre lobo europeo. La leyenda dice que el lobizón es el séptimo y último hijo de Tau y Kerana, en quien sobrecayo la mayor maldición que pesaba sobre sus progenitores (esto último, según la Mitología Guaraní), que en las noches de luna llena de los Viernes; y/o Martes se transforma en un "animal" que mezcla las características de un perro muy grande y un hombre (otras veces, también, mezcla las características de un cerdo). Para la transformación, el maldecido, comienza sintiéndose un poco mal; por ejemplo comienza sintiendo dolores y malestares, luego , presintiendo lo que va a venir, busca la soledad de un lugar apartado, como la partes frondosas del monte, se tira al suelo y rueda tres veces de izquierda a derecha, diciendo un credo al revés. El hombre-lobizón se levanta con la forma de un perro inmenso, de color oscuro que va del negro al marrón bayo En Argentina y el Paraguay se acostumbra desde el siglo XIX, que el Presidente de la Nación sea nombrado "padrino" del séptimo hijo varón. Esta extraña costumbre se debió a que los supersticiosos paisanos a veces sacrificaban a su séptimo hijo por el terror que les provocaba la "posibilidad" de que les hubiera nacido un lobizón. LA LLORONA. Es un espectro del folclor hispanoamericano que, según la tradición oral, se presenta como el alma en pena de una mujer que perdió a sus hijos, busca a estos en vano y asusta con su sobrecogedor llanto a quienes la ven u oyen. La presencia de seres fantasmales que lloran en los ríos por motivos diversos es una característica recurrente de la mitología aborigen de los pueblos prehispánicos. Es así como pueden encontrarse rasgos de estos espectros en varias de las culturas precolombinas, que eventualmente, con la llegada de los conquistadores españoles, fueron asumiendo rasgos comunes gracias a la expansión del dominio hispánico sobre el continente EL POMBERO. El Pombero es un duende del bosque que se encarga de proteger la fauna y flora. Es un ser originario de la mitología guaraní, muy popular en Paraguay, en ciertas partes del sur de Brasil, y en zonas argentinas como Misiones, Corrientes o Entre Ríos. Es una especie de hombrecillo pequeño, feo, fuerte, moreno, muy peludo, de brazos largos y manos enormes, codos y rodillas sin articulaciones (por lo cual hace movimientos toscos y grotescos), piernas cortas con pies invertidos que desorientan a quien lo intenta rastrear. Sus habilidades son diversas: puede hacerse invisible y delatar su presencia a través de algo tan sutil como un escalofrío en quien supuestamente es tocado; puede deslizarse en espacios muy estrechos, correr velozmente en cuatro patas, imitar el canto de muchas aves (sobre todo nocturnas), el silbido de una persona y el sonido de víboras u otros animales La misión principal del Pombero es la de cuidar a la Naturaleza, vigilando el monte y velando por las vidas de los animales salvajes. Por ello y si bien permite la cacería, se enfurece cuando ve que un cazador mata más de lo que consumirá, cuando un pescador solo busca entretenerse, cuando un leñador corta madera que no empleará y, en suma, cuando cualquiera produce injustificadamente un daño a la flora o fauna. Su vigilancia es casi imposible de burlar, ya que supuestamente puede metamorfosearse. Tal y como los duendes tradicionales, el Pombero puede ser travieso y fastidioso: libera vacas y otros animales de sus corrales, dispersa gallinas u otros grupos de animales domésticos o salvajes, roba tabaco, desparrama maíz, consume miel si la encuentra a su alcance, se coge los huevos de las gallinas, y tumba a los jinetes de sus caballos, entre otras cosas. Uno puede ganar la amistad o simpatía del Pombero si le hace regalos. Hay que dejarle tabaco, miel o licor, en algún banco o silla o en un lugar visible atrás de la casa, pronunciando una corta oración o ruego. Cuentan que, si se llega a obtener su amistad, éste cuidará la casa, el rancho, los animales y las pertenencias del favorecido, además de que le guiará donde están las presas más grandes para cazar, los peces más gordos y jugosos, y los frutos más frescos y exquisitos. LA LUZ MALA. La luz mala es uno de los mitos más famosos de los folclores de Argentina y Uruguay. Algunos le decían la leyenda de la luz buena, también conocida como el fantasma dentro del farol. Consiste en la aparición nocturna de una luz brillante que flota a poca altura del suelo. Esta puede permanecer inmóvil, desplazarse, o en algunos relatos, perseguir a gran velocidad al aterrorizado observador. Muchas veces aparece a una distancia cercana al horizonte. El gaucho, que ignoraba su origen, la consideró como la representación de un ánima en pena, que según las creencias era el alma de un difunto que abandonaba su sepultura y andaba por el mundo de los vivos para pedir venganza, porque había sido muerto en mala ley o reclamando por haber sido enterrado en el cementerio. La "luz mala" inspiraba terror supersticioso y su aparición era comentada en todos los fogones. Se recordaban viejas leyendas oídas a los mayores y no faltaba alguno que contara un "trance fiero", en que tuvo que vérselas con una "luz mala", que lo había seguido un largo rato, y de la que se salvó prometiéndole encender una vela a su memoria. Para librarse de ella es prudente rezar y morder luego la vaina del cuchillo. En el noroeste argentino también se le da el nombre de luz mala al «farol demandinga», fosforescencia que suele verse en cerros y quebradas durante los meses más secos, después de ponerse el Sol. Se asegura que el farol de Mandinga aparece en lugares en los que hay enterrados tesoros de oro y plata, y que la luz es el espíritu del antiguo dueño tratando de alejar del lugar a los extraños. La tradición dice que el 24 de agosto (día de San Bartolomé) estas luces son más brillantes por influencia del Satanás, ya que es el único día del año en que este se libra de la vigilancia de los ángeles, y aprovecha para atraer las almas. La explicación científica Se trata de la fosforescencia producida por la descomposición de materias orgánicas sobre el suelo o enterradas a poca profundidad. También puede ser la resultante del reflejo de la luz de la Luna en los huesos de vacas muertas en el campo.

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TU SELFIE DEL MIB
El Museo  Municipal Ignacio Balvidares,  invita a participar del concurso fotográfico organizado por el  Banco de la Provincia de Buenos Aires, el cual tiene como objetivo publicar fotografías tomadas en distintos museos con el fin de difundir y preservar el patrimonio cultural.
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