Memoria y compromiso

Cultura 24/03/2016 . Hora: 18:49 . Lecturas: 0

(*) El 24 de marzo de 1976, hace exactamente 40 años, un hecho de lesa patria provocó la herida más profunda que registra la historia argentina: un golpe cívico militar encuadrado en el denominado Plan Cóndor que asoló a una vasta región del Cono Sur, respaldado por los grandes grupos económicos concentrados y la complicidad de sectores de la jerarquía eclesiástica, instauró una dictadura genocida que provocó la muerte de treinta mil seres humanos y sometió a nuestro país a la hegemonía del perverso modelo neoliberal. “Al igual que otros procesos sufridos por nuestro pueblo desde el 6 de septiembre de 1930, con el derrocamiento del entonces Presidente de la Nación Don Hipólito Yrigoyen –expresaba la declaración del IMFC con motivo del 38° aniversario del golpe– el argumento utilizado por los usurpadores del poder constitucional fue la necesidad de poner orden en una sociedad convulsionada.”. En rigor, el objetivo de los golpistas fue poner a nuestro país al servicio de una división internacional del trabajo donde se nos asignaba el papel de proveedores de materias primas, especialmente productos del agro y la ganadería, para lo cual había que destruir a la industria nacional, suprimir a las pequeñas y medianas empresas del mercado de bienes y servicios, favorecer la concentración de la riqueza y establecer la más brutal exclusión social. Como parte de la estrategia para convertir a la Argentina en el “supermercado del mundo” y subordinar la autonomía nacional al gran capital, el gobierno de facto generó una descomunal e impagable deuda externa, verdadero factor condicionante de la política económica al priorizar el pago de los abultados intereses a los acreedores externos, postergando la solución de las innumerables necesidades de la mayoría de nuestra población. “La dictadura secuestró, desapareció, se apropió de criaturas nacidas en cautiverio, sembró el terror e introdujo profundos cambios en la cultura de la sociedad”, sostuvo el IMFC en la mencionada declaración. La prédica de los comunicadores del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional apuntó a destruir los vínculos solidarios, potenciar el individualismo y el sálvese quien pueda. Y a cuatro décadas de aquel momento trágico debemos señalar que aún persisten las huellas de aquella prédica nefasta en la conducta cotidiana de vastos sectores de la ciudadanía. Aún en nuestros días, a pesar de las atrocidades que han quedado evidenciadas en los juicios a los responsables materiales e intelectuales de los hechos más aberrantes, hay quienes desde diferentes ámbitos ponen en duda las consecuencias del atropello a la dignidad humana y el saldo irreparable de las vidas sesgadas por el terrorismo de Estado. A nuestro entender, desde la óptica de una concepción humanista y solidaria de la política, la economía y la cultura popular, aquella interrupción de la vigencia constitucional y la institucionalidad democrática vino a profundizar una brecha persistente desde los albores de la patria. Una verdadera fractura de la sociedad argentina cuyos orígenes se remontan al momento mismo de la Revolución de Mayo y la formación de la Primera Junta de Gobierno. Aquella división entre los seguidores de Cornelio Saavedra y los patriotas enrolados en el pensamiento y la acción de Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Juan José Castelli continuó a los largo de más de dos siglos bajo otros nombres, pero con la misma esencia: dos proyectos de país. La conmemoración del 40° aniversario de aquel hecho de lesa humanidad y la inminente celebración del Bicentenario de la Declaración de la Independencia, deben estimular un renovado compromiso de la ciudadanía consustanciada con la democracia, para garantizar que las instituciones republicanas funcionen tal como establece la Carta Magna, que se respeten y ejerciten sin limitaciones los derechos humanos –incluyendo los económicos, sociales y culturales–, de tal modo que podamos avanzar hacia una Argentina con desarrollo integral, equidad distributiva y dignidad frente al mundo. La preservación y transmisión de la memoria, junto con la búsqueda inclaudicable de la verdad y el reclamo de justicia constituyen la trilogía indispensable para cimentar las bases del futuro que se merecen las generaciones actuales y las que vendrán.

Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos Coop. Ltda. Buenos Aires, marzo de 2016.