25 de mayo: la dieta de 1810

PUAN 24/05/2017 . Hora: 14:41 . Lecturas: 1

Con motivo de la conmemoración de la Revolución de mayo, Silvia Juárez, especialista del Hospital Austral, analizó la alimentación de aquella época. Afirmó que “siempre hay que tener en cuenta la situación cultural para poder evaluar una conducta”. Enterate cómo se alimentaban en 1810.

El 25 de mayo de 1810 se produjo la Revolución que modificaría el sistema de gobierno. La comida típica para celebrar ese día es el locro. Silvia Juárez, Licenciada en Nutrición y Coordinadora de la Unidad de Soporte Nutricional del Hospital, explicó cómo era la dieta en aquella época.

La especialista afirmó que “siempre hay que tener en cuenta la situación cultural para poder evaluar una conducta”. Por ello, es importante entender que la dieta debe analizarse junto con las actividades de la época. “Las personas, en su mayoría, caminaban y lo hacían transportando un peso importante debido a las ventas ambulantes, las ropas que debían lavar en el río o los recipientes con agua extraídas de los aljibes. Ello implicaba un gasto calórico que hoy el hombre no hace”, explicó Juárez.

En las comidas, era muy común el guiso de carne vacuna y verduras cocidas. Si bien no se consumían demasiadas verduras de “hoja verde”, contenía gran variedad de ingredientes. Según Juárez, “este alimento permitía incorporar a la alimentación cebolla, zanahoria, tomate y choclo, rico en vitamina c”. De todas maneras, la especialista afirmó que “es importante incluir verduras crudas y verdes en la dieta diaria por el aporte de ácido fólico y, a su vez, porque de esa forma se conservan mejor las vitaminas que poseen”.

En cuanto a la alimentación a base de carne, la especialista explicó que “de acuerdo a las recomendaciones nutricionales, hoy en día seguimos comiendo una cantidad excesiva de carne, es un hábito del hombre argentino”. Y agregó: “No obstante, con una porción de carne diaria estamos cubriendo las necesidades proteicas de nuestro organismo”.

Juárez detalló que el consumo de carne “bueno o malo” depende de cada individuo y por ello las dietas deben ser personalizadas. Además, diferenció los tipos de carnes y sus beneficios. “Las carnes rojas, como el pollo y el cerdo, aportan gran cantidad de colesterol y hierro. La carne blanca del pescado, en cambio, es beneficiosa por el aporte de grasas omega 3, saludables para el corazón”, aseguró la especialista.

En 1810, el método de conservación de algunos alimentos era con sal. Si bien hoy en día se sigue utilizando en algunos casos, no es tan común. La licenciada Juárez explicó que “en la actualidad, el inconveniente del exceso de sal en las comidas diarias es que la gente ha dejado de cocinar y consume comidas delivery, snacks o panificación con grasas y sal. Además, han reemplazado el guiso por preparaciones culinarias industriales con alta cantidad de sodio.” Y agregó: "Poblacionalmente, disminuir un gramo de sal en los alimentos procesados, genera un descenso de 10mmde Hg en la presión arterial media”.

Además de lo mencionado, los chicharrones eran comunes en aquella época, un alimento frito hecho con grasa. Al respecto, Juárez aseguró que “una buena fritura en cantidades moderadas, una vez al mes, junto a un plato de vegetales verdes crudos y unos 15 minutos de bicicleta o caminata, no es tan malo”. La especialista explicó que, si una persona decide comer un alimento frito, para cocinarlo debe introducirlo en aceite bien caliente para conseguir una cocción rápida y evitar que se absorba demasiado aceite.

En cuanto a la cantidad de comidas que se deben ingerir durante el día, Juárez detalló que “lo ideal es respetar nuestro ritmo circadiano, es decir, los cambios físicos y psicológicos del organismo. Además, se debe tener una alimentación fisiológica, que implica aprender a regular la ingesta sobre la base del hambre y la saciedad.” Durante la época de la Revolución de 1810, en las reuniones de las clases altas se acostumbraba a servir hasta siete platos.

Según los alimentos detallados y la dieta en aquellos tiempos, la especialista aseguró que “un almuerzo de nuestros antepasados podría estar cerca de las 3500 kcal o 4000 kcal”. De todas maneras, Juárez explicó que “la ingesta diaria recomendada debe ser calculada para cada individuo, de acuerdo a la edad, la talla, el estado fisiológico y la actividad física de cada persona. Lo importante es no saltear el desayuno”.