Mario Gayraud, el piloto que fue profeta en su tierra

Deporte motor 13/04/2022 . Hora: 13:16 . Lecturas: 76

(Por Joaquín Frank Giugno) El legendario piloto pigüense conoció la ovación de su gente, cuando en 1984, jugando de local, ganó la carrera que fue el paso previo a la consagración en lo más alto del podio del TC 2000.

A los 64 años, Mario Gayraud, es una fuente inagotable de anécdotas y vivencias sobre su trayectoria automovilística.

En Pigüé siempre lo apoyaron y respetaron en una trayectoria que iba creciendo con los años. Ese crecimiento fue quizás acelerado, como impulsado por uno de los poderosos motores que supo conocer como la palma de su mano. Su caminó comenzó en los albores de la década de 1980.

El jueves pudimos dialogar con Mario, quien se refirió a los detalles principales de la que, puede definirse, como una trayectoria tan corta como exitosa.

Recuerda que comenzó en el automovilismo entre 1980 y 1981, con un  Fiat 128 que le había comprado su padre. Con unos amigos, lo prepararon para correr en el Turismo Nacional. “No sabíamos nada, todo fue en base de coraje”, dijo.

Luego, corrió el campeonato de verano, consiguiendo el primer puesto. Al año siguiente, la categoría  disponía que debiera compartir el auto con otro piloto, posibilidad a que él y su equipo se negaron.

“Por eso, vendimos “el 128” y compramos la coupe Taunus azul, la que despertó el interés del “Polaco” Herceg, preparador del Equipo Oficial de Ford.

Al correr una carrera en Las Flores, largué desde la 8va fila y Juan María Traverso, piloto de Ford lo hizo desde la 1ra. Cuando “El flaco” intenta pasarme, lo dejé hacer, y empecé a seguirlo durante una vuelta para ver cómo corría”, explicó.

Más tarde recibía un llamado de Herceg, para ofrecerle correr uno de sus autos, luego que la Comisión de Concesionarios se disolviera.

Mario compitió en la escuadra de Herceg hasta 1987, con un exitoso desempeño conseguido en las campañas 1983, 1985 y 1986, logrando el Subcampeonato Argentino. Siendo 1984 el año consagratorio para revelarse como Campeón Argentino en la ciudad de Buenos Aires.

Una fecha atrás, en su ciudad natal,  compitió en el Autódromo “Ciudad de Pigüé” y en la retina de todos sus seguidores quedará por siempre grabada la imagen de Mario saludando, sacando su brazo por la ventanilla, para completar aquella gloriosa última vuelta.

“Fue una manera de sentir de cerca la calidez que me transmitía la gente que, en torno al circuito, saltaba de alegría y me saludaba”, recuerda emocionado.

En 1987 falleció su padre, y la posibilidad de  continuar corriendo comenzó a quedar cada vez más lejos. Se había ido uno pieza fundamental de su equipo.

“Estaba el tema económico por medio, yo siempre me dediqué a atender la parte mecánica del auto.

En la década de 1990, corrí para Quilmes Automóvil Club. Fue durante alrededor de un año más o menos, con un Ford Falcón, al cual Herceg le había hecho algunas mejoras, porque ya era un auto viejo. En Mendoza hice buenos tiempos pero el auto presentó fallas y me vi obligado a abandonar”, reconoce.

Gayraud además corrió un tiempo para Dimeglio, también a bordo de un Falcon. En otra fecha en Mendoza alcanzó muy buenos tiempos durante la clasificación, y marchando en tercer lugar, rompió una goma, incidente que terminó dejándolo afuera de la carrera.

En el curriculum de Mario aparecen otros autos.

Actualmente, integra la ACTC, siendo un respetado referente para los pilotos que recién arrancan.

También se destaca como preparador de autos. Es el caso del Ford Falcón de José Ignacio Furch, del TC del Sudoeste, ganador de varias carreras.

“No pude seguir dedicándome más a eso porque mi trabajo de comerciante no me deja mucho tiempo. Aunque, indirectamente, colaboró con la unidad de Ezequiel Albero”, relató.

El emblemático piloto nunca pronunció la frase “me voy  a retirar”, y quien le pregunte si le gustaría correr, no lo afirma, pero tampoco lo descarta. Cuando le preguntamos en qué categoría lo haría si su respuesta fuera un “sí”, menciona el Supercart Pampeano, porque se trata de autos muy parecidos a los que él supo correr.

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