“Mi Sueño” hecho realidad
Hoy traemos la historia de una joven emprendedora de Villa Iris que creyó en su instinto, le puso todas las energías y embarcó a su familia en un sueño. Tenacidad, esfuerzo, carisma y buena predisposición, hicieron grande un proyecto que creció como pocos en menos de tres años.
Marcela Martínez está al frente de uno de los comercios más particulares de Villa Iris. Es que, en menos de tres años, experimentó un crecimiento notable. Y por eso, debió mudarse a un lugar mucho más amplio y cómodo.
De vender ropa, juguetes y bijou por catálogo en su casa, en el invierno de 2021, esta joven emprendedora de 33 años, hoy administra un mini mercado donde podés conseguir de todo.
Y cuando se dice “de todo”… es "de todo". Fotocopias, pago de servicios, juguetes, almacén, kiosco y rotisería, es sólo una parte de lo que “Mi Sueño” ofrece. El tránsito de clientes es incesante. Estamos haciendo la nota, pongo pausa entre venta y venta. Es lunes, feriado de Carnaval y se forma una cola de varias personas. Así es siempre, cada día de la semana.
En las reducidas dimensiones del local anterior, ubicado sobre la misma calle, Marcela hacia magia para que toda la mercadería tenga un lugar. La gente hacia cola en un pasillo muy angosto y cuando un cliente se retiraba del comercio, debía ir pidiendo permiso al resto de la fila.
Cuando le preguntamos a qué atribuye el éxito, nos cuenta que la constancia de tener abierto horario corrido y la ubicación del negocio, son factores importantes.
Con su habitual carisma, la creadora de este emprendimiento, nos explica que la buena predisposición y su manera de ser, agradable y siempre atenta, la ayudaron mucho.
Cuando necesitás algo un domingo a las 4 de la tarde, ya sea en pleno verano o en el frío invierno, la gente va “a lo de Marcela”, y se lleva una torta matera para que el tedio típico del último día del fin de semana sea más llevadero.
“La gente me elogia la forma de ser, tengo un humor parejo, nunca me van a ver de mal humor. Jamás discutí con un cliente”, asegura.
-Marcela… ¿Cómo fueron tus comienzos en el comercio?
El 27 de agosto de 2021 abrimos las puertas de “Mi Sueño” en el local chiquito de calle 25 de Mayo. Unos meses antes, empecé a vender en mi casa, por catálogo. Arranqué con ropa, juguetes y bijou. Siempre fui muy gitana.
Me acuerdo que mi primer financiamiento fueron los 10 mil pesos que el Gobierno pagaba como Ingreso Familiar de Emergencia. Con ese dinero compré juguetes y los vendía, con la ganancia compré más mercadería.
No me iba mal y comenzamos a pensar con mi marido en conseguir un local. Aunque, al principio, para no invertir en un alquiler, intenté generar un espacio en mi casa, dividiendo uno de los ambientes. Con la idea de hacer algo chico.
Pero, un día, paseando por el pueblo, vimos el que sería mi primer salón, consultamos a su dueño y no lo quería alquilar, insistimos, le comentamos que iba a ser algo sencillito y accedió.
-Y ahí comenzó todo
Sí, pero necesitaba mobiliario, estanterías. Entonces, me arreglé con las bibliotecas de mis nenas Tiziana (12) y Melany (5). Además, sumé cajoneras y otros muebles de mi casa. Esas fueron mis primeras góndolas.
Como abría todos los días, la gente me pedía cosas nuevas. Entonces, en una pared de apenas un metro, fui poniendo un surtido de mercadería. Ahí vi que funcionaba más el rubro almacén.
-Pero, almacenes y mercaditos hay muchos en el pueblo…
Sí, pero tal vez la diferencia la marcamos con la ubicación, a media cuadra de la plaza, de la delegación y del Banco. Después, manteniendo horario corrido de atención al público, ser constante y mantener una buena predisposición hacia el cliente. Durante mucho tiempo estuve sola al frente. Abría todos los días a las 8 de la mañana y continuaba hasta las 22 horas o más, depende la época.
-Cuando viste que crecías, ¿qué decisión tomaste?
Le pregunté al dueño del local si me podía ceder un espacio que no se usaba, la idea era poner heladeras e incorporar venta de fiambre. Lo logré y ahí crecí más en lo comercial.
Fueron contadas las veces en las que cerré, una vez, ni bien inicié,lo hice porque nos agarró covid. Fuimos de los primeros casos en Villa Iris. Estuvimos 20 días encerrados. Yo estaba re amargada, porque había comprado pan, pizzas y más mercadería. Cuando volví, tuve que tirarla estaba toda vencida.
-¿Cómo te manejas con el tema de la inflación?
Con mucho miedo. Tenía poco stock porque en el local anterior no había lugar para un depósito. Entonces, esperaba que me avisaran y marcaba, porque si no perdía mi capital. Durante mucho tiempo, todo lo que ganaba, lo invertía íntegramente en mercadería.
-Una cuestión compleja en estos pueblos es el fiado…
Yo trato de darle a todo el mundo, me dicen que soy demasiado buena. A la gente le doy mi confianza, después, si me fallan, ya no es problema mío, uno aprende de las experiencias.
Me pongo en el lugar de las personas, porque yo alguna vez también necesité y me dieron. Entonces… ¿por qué no dar una mano al que lo necesita? Aunque, a veces, te puede salir bien y otras mal.
A mi la gente me ayudó mucho, porque eligieron este lugar para venir a comprar.
-Tu esposo Claudio es un pilar fundamental en el emprendimiento
Sí, él hasta hace unos meses trabajaba en la municipalidad, y renunció para dedicarse de lleno a nuestro comercio. Además, él ya en sus tiempos libres, entre otras changas, se había hecho cargo de una sodería y repartía agua envasada.
Ahora, le ponemos todas las energías a “Mi sueño”
-Pasaron menos de tres años y te fue muy bien
Estos tres años pasaron volando. No lo puedo creer. Después de tanto trabajo, tratamos de buscar un tiempo para nosotros y salir un poco a despejarnos.
Tenemos un servicio importante para Villa Iris, acá encontrás de todo un poco. Cuando me piden algo, escuchó y trató de renovarme. Ahora, en este nuevo local, tenemos más lugar, es más amplio y se trabaja más cómodamente.
-Debés tener muchas anécdotas
Todas graciosas, era tan chiquita la entrada del negocio anterior, y las escaleras tan angostas, que me pasó más de una vez de caerme, porque me olvidaba de los escalones. Terminaba de rodillas en el piso, y lo primero que hacía era mirar hacia atrás, para ver si alguien me había visto.