Bruno Barchiesi contó su experiencia como buzo de profundidad
Oriundo de Darregueira, eligió una profesión que lo llevó a lugares para muchos insólitos, como el Estrecho de Magallanes, donde descendió a 90 metros de profundidad. Especialista en buceo comercial, le apasiona explorar los naufragios de la Segunda Guerra Mundial y pasa una parte del año en la bellísima costa italiana del Adriático, instruyendo a turistas y otra trabajando en plataformas en mar abierto.

Bruno tiene 43 años y comenzó su relación con las actividades acuáticas, estudiando la carrera de guardavidas en Bahía Blanca, allá por el 2002.
Sus aspiraciones fueron más allá, se formó como instructor de natación y luego como buzo comercial en Buenos Aires, en la sede de la Prefectura Naval Argentina.
“Allí, hay un sector para civiles. Los que trabajan bajo del agua deben completar tres módulos de desempeño: Tercero (menor profundidad), Segundo (profundidad media) y Primera (Mayor profundidad según los estándares vigentes).
La Tercera categoría se puede rendir libre o cursada. En mi caso, la cursé y luego comencé a trabajar; más tarde fui rindiendo las otras instancias. La Primera era muy importante porque me habilitaba a trabajar de manera off shore, llegando a sumergirme hasta 50 metros siempre con asistencia externa. En estos casos, respirás a través de un umbilical (conjunto de mangueras y cables que conectan el casco del buzo al panel de control de superficie).
Con el tiempo, hice más cursos y me especialicé en la parte deportiva, para ejercer como instructor de buceo para turistas”, indicó.
-Bruno… después recalaste en Europa
Sí, en el 2008 fui a Italia a trabajar. Estuve en Cerdeña, primero como instructor y después como responsable de la parte educativa. Tenía a mi cargo a un grupo de instructores y coordinaba los cursos dentro de un Resort. En el 2018, fuimos con mi mujer a Puglia, y nos hicimos cargo del centro ubicado sobre el Mar Adriático. Estamos allí hasta ahora. Trabajamos cuatro meses en el resort y el resto del año acá en lo que es buceo comercial o profesional.
-¿Estás habilitado para trabajar en plataformas petroleras u otras estructuras emplazadas en el océano?
Sí, el buceo profesional en Argentina se divide en in short, es decir cuando tus tareas son dentro de puertos ubicados en lagos, ríos, centrales nucleares, termoeléctricas o diques.
Hicimos un trabajo muy grande en Buenos Aires, para la empresa Agua y Saneamientos Argentinos S.A (AYSA). Allí, encamisamos una cañería, en un sector que conectaba con una bomba de elevación de agua, ubicada en Villa Adelina. Fue con una empresa alemana, que tenía esa tecnología. Compartimos laburo con buzos extranjeros. Ahora, por suerte, ya no es necesario el ingreso de personal de afuera a Argentina.
-¿Lo decís porque acá ya contamos con nuestros propios recursos humanos?
No solo eso, sino que, fue parte de la lucha de nuestra Asociación de Buzos Comerciales. No tenemos el estatus de sindicato porque aún no tenemos personería jurídica gremial en todo el país, solo en Tierra del Fuego.
No estamos en contra de los buzos extranjeros, simplemente pensamos que, si hay argentinos en condiciones de trabajar, puedan hacerlo. Es un poco defender nuestro laburo.
-¿Cuánta es la profundidad máxima a la que te has sumergido?
Hicimos un trabajo en el Estrecho de Magallanes, sobre las AM, unas plataformas ubicadas a la salida del Estrecho. Bajamos a casi 90 metros. Eso se llama buceo de saturación, es otra categoría y requiere preparación especial. Ahí, la historia cambia porque a tanta profundidad ya no respiramos más oxígeno de superficie, sino mezclas gaseosas denominadas hipóxicas, con un menor porcentaje de oxígeno que las del aire. Se producen extrayendo un porcentaje de nitrógeno del aire y se le agrega helio y oxígeno en menores dosis.
Ahí, vivimos dentro de una cápsula llamada cámara hiperbárica.
¿En esos casos ya no se usa el traje tradicional de buzo sino algo más resistente?
El traje no cambia mucho, porque nos tenemos que procurar agua caliente. A esas profundidades, el agua está a 2 o 4 grados. Una de las mangueras del umbilical trae agua caliente, entonces la conectamos a los trajes, haciendo que todo el tiempo circule agua caliente.
Es como un neoprene pre compreso, con cañerías para regular el flujo de agua caliente que nos llega y trabajar a una temperatura acorde. A esas profundidades se trabajan hasta seis horas, pero solo cuando la marea lo permite.
Entonces, antes que llegue la corriente, podemos operar. La cámara hiperbárica esta presurizada y va sobre el barco, y conectada a ella hay una campana donde entran hasta tres buzos.
Esa campana, se desconecta del sistema y baja por un moonpool (piletón que está en el barco). Cuando llegamos a la presión de trabajo, empieza a entrar agua por debajo, ahí paramos todo, y dos buzos salimos desde ese agujero con nuestros equipos. Uno queda en la campana, controlando los umbilicales y todos los parámetros. Es el buzo que, en caso de accidentes, se equipa y nos viene a rescatar.
-¿Que hacían a 90 metros de profundidad en el Estrecho de Magallanes?
Teníamos que desconectar una manguera flexible y conectar otra que estaba al lado, para comunicar dos plataformas.
-¿Qué tipo de preparación física y mental requiere esta actividad?
La preparación física es la de cualquier buzo comercial. No necesitás ser un atleta, pero sí estar en buen estado físico y relativamente entrenado. La preparación mental pasa por darte cuenta si podés o no hacer el trabajo. Hay algunos que bajan una vez y dicen “acá no me meto nunca más”. Medio que ahí sabés si servís o no.
-¿En qué pensás… si es que pensás en algo, cuando estás ahí abajo? ¿Qué sensaciones aparecen?
Hay una cierta presión de trabajo, por la cantidad de gente y toda la plata invertida para que trabajemos. Entonces, me concentro y trato de hacerlo lo mejor posible. Estudio previamente el objetivo del trabajo cuando tengo que entrar al agua. Cuando bajás, no tenés mucho para pensar, tenés que trabajar y cada minuto implica muchísimo dinero. Entonces, hay que moverse y cumplir con las exigencias de los que te contrataron.
-¿Tenés alguna anécdota?
En buceo comercial no mucho, porque es como que los estándares y procedimientos de esas empresas son muy altos y se atiende mucho la seguridad y preparación de los que allí estamos. Muchas anécdotas no hay, pero antes de entrar en el Oil & Gas, que es esto del petróleo, las monoboyas y plataformas, hay cosas que nos pasaron derivadas de negligencias mías o de las mismas empresas. Son esas experiencias que nos llevan a no repetirlas porque pueden llegar a ser peligrosas.
-Las profundidades del mar deben guardar sorpresas, ¿Te encontraste con alguna especie poco frecuente de ver?
En el Estrecho de Magallanes y en Tierra del Fuego hicimos un proyecto nuevo con una plataforma llamada Fénix, es sobre mar abierto. Ahí, mucha vida marina no hay, porque el lecho tiene muy poco para ofrecer. No es muy divertido lo que hay abajo, tenés muy poca biodiversidad.
Podría contar mucho sobre el buceo deportivo. Hemos estado en las Maldivas, en el Mar Rojo, en Cozumel (México), o en naufragios de la Segunda Guerra Mundial, en Cerdeña.
En el Mar Rojo buceamos hasta el naufragio del carguero militar británico SS Thistlegorm, hundido por los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Era un barco muy importante, aun pude verse una de sus bodegas repletas de motos Norton 500, con sus respectivos sidecares. Tengo afinidad por ese tipo de naufragios.
-Asombra la cantidad de tesoros que guarda el mar
Muchísimos, algunos ni se conocen, al SS Thistlegorm lo hundieron en 1941 y el explorador Jacques Cousteau lo encontró en 1948. Cuentan que se quedó con lo que pudo y murió sin revelar la posición del barco. Lo volvieron a encontrar recién en la década de 1990 y hoy es un punto de buceo importante.
-¿Se jubila un buzo?
Estamos en la lucha para lograrlo, no estamos reconocidos. Tampoco estoy muy bien informado, pero deberíamos jubilarnos como personal de riesgo, con jubilación anticipada. Particularmente, trabajo como freelance y no tengo un aporte continuo con mis haberes. Son cosas que nos empiezan a preocupar cuando somos un poco más grandes. Hoy tengo 43 y debería preocuparme dentro de unos diez años.
-Aparte, haces lo que te gusta, vivís de eso y está bueno
Mi viejo era Ingeniero Agrónomo y me aconsejó que estudie y cuando encuentre lo que me guste, que le de con todo, a fondo, dentro de las posibilidades. Uno le pone muchísima más energía a algo que le gusta.
-¿Qué consejo le darías a un chico indeciso sobre su futuro, o le gustaría tener una profesión como la tuya?
Como en todas las profesiones, uno la puede pasar mal y bien. A veces, es preferible perder un poco más de tiempo en descubrir lo que a uno le gusta, y después darle con todo. No es lo mejor desesperarse por conseguir un título y que después te levantes todas las mañanas a hacer algo que no te gusta.
Va por ahí, es ir probando diferentes cosas hasta encontrar lo que te gusta. Cuando te sentás a estudiar y te quemás las pestañas, rendís, laburás y más tarde o más temprano, las puertas se empiezan a abrir solas. Los laburos te llegan.
No soy de los que piensan en hacer una carrera para ganar mucha plata. No creo que sea la solución, porque si haces algo que te gusta, antes o después la plata viene.
No sé si estoy a la altura de dar consejos, es lo que me pasó y lo transmito.
Amo lo que hago, Cada día, me levanto y sé que me voy a dedicar a hacer algo que elegí, y poder elegir siempre está bueno.
-¿Hasta cuándo te quedás en Darregueira?
Me quedó hasta el 2 de noviembre, después viajo a Buenos Aires, y de ahí a rendir un examen a Río de Janeiro Vuelvo el 10 o el 12.