Interesante charla de Oscar Eguillor sobre su experiencia en la Antártida
Fue el miércoles, con una redición este viernes, en el Espacio Cultural “El Mercado”, para alumnos de secundaria. El Capitán (RE) de la Fuerza Aérea Argentina y vecino de nuestra localidad, habló de cómo es vivir en el continente blanco, anécdotas y experiencias en el año que se celebran 120 años de presencia argentina en la Antártida.
El Museo Municipal “Ignacio Balvidares”, en conjunto con la Escuela de Educación Secundaria N° 5 “Octavio Lavigne” organizaron una charla para recordar los 120 años de presencia permanente de nuestro país en el continente antártico.
En 1997, el Cr. Oscar Eguillor y Capitán (RE) de la Fuerza Aérea Argentina, fue parte de una avanzada que viajó para dotar de equipos de comunicaciones y otra tecnología a la Base Vice Comodoro Marambio.
El cuidado del agua
Eguillor viajó en varias oportunidades al continente blanco y pudo experimentar la vida en condiciones climáticas muy duras, cuestiones que hacen complicada la vida cotidiana, hasta en los detalles más simples a las que podamos estar habituados en el continente.
“El agua es un recurso para cuidar en serio. La obtenemos derritiendo la nieve circundante, por eso es fundamental no contaminarla con residuos, es nuestra fuente de aprovisionamiento”, contó.
En la Antártida, varios países tienen sus bases, generalmente con científicos y personal dedicado a las investigaciones.
“Una de las misiones es medir diariamente el nivel de ozono con unos globos especiales”, explicó.
Temperaturas extremas
La base Marambio tiene una dotación de 40 personas para su mantenimiento.
“Las temperaturas, cuando estuve, eran de -20° C y la sensación térmica era de -40° C. Hasta las cloacas necesitan calefacción para funcionar, igual que las cámaras donde se almacenan alimentos, para que no se congele la comida”.
“A la electricidad la obteníamos de motores diesel que funcionaban permanentemente. El combustible era traído en el Rompe Hielos Almirante Irizar. De allí, lo cargaban en tanques que los helicópteros llevaban a tierra firme”, relató en respuesta a una de las preguntas que hicieron los alumnos.
Condiciones
Cuando llegamos –confió—la comunicación era muy básica, tenían una antigua central telefónica, de esas que funcionaban con clavijas y tres o cuatro handys y una vieja central.
“Recuerdo que las baterías se descargan por el frío”, comentó.
En cuanto a la alimentación, Eguillor señaló que no hay una dieta prefijada, pero si nos referimos a la salud del personal y su cuidado, las medidas son varias.
“El personal de la base no puede superar los 50 años de edad, y deben estar en perfecto estado físico. Antes de viajar, se efectúan controles médicos exhaustivos, y si alguno de los voluntarios nunca fue operado del apéndice, debe someterse a cirugía”, admitió, y precisó que no se pueden dejar detalles librados al azar cuando se pretende habitar en la base Marambio.
Requisitos
Antes de embarcarse hacia la aventura antártica, también son obligatorios los exámenes y evaluaciones psicológicas.
Noches de 19 horas, temperaturas promedio de -20 grados, vientos que superan los 110 kilómetros por hora y nieve permanente componen el invierno que experimentan las familias que forman parte de la dotación de la base Esperanza, otra de las estaciones que nuestro país posee en ese territorio.
Escuela
"A diferencia de Marambio, aquí hay personal con sus familias quienes cumplen con sus labores de la manera más parecida posible, comparado con la rutina en sus lugares de origen.
Hay una escuela, la Provincial N° 38 “Raúl Ricardo Alfonsín”, dependiente del ministerio de educación de Tierra del Fuego. Allí se cursa nivel inicial, primario y secundario.
Anécdotas
Eguillor intentó caracterizar cómo se experimentan las bajísimas temperaturas, ejemplificando con aquella anécdota donde el frío era tan seco e intenso que, durante un acto patrio, mientras se cantaba el himno, quienes tenían bigotes, sufrían el congelamiento y se le formaban cristales de hielo.
“En una oportunidad, uno de los operarios se subió a un poste para ajustar unas líneas de cable, llevaba puesto su equipo contra el frío, y en un momento se distrajo. Cuando estaba por atornillar, buscó la tuerca correspondiente y se la puso en la boca para tenerla a mano. Al momento de terminar la labor, quiso retirar la tuerca y no pudo porque se le había pegado a la lengua. No salía y debió ser ayudado por un médico”, manifestó.