La vida es una narración

Cultura 18/01/2017 . Hora: 14:46 . Lecturas: 1
La vida es una narración
La vida es una narración
La vida es una narración
La vida es una narración

La vida no es otra cosa que la oportunidad de vivir historias, recordarlas y contarlas para que no se olviden. Por ello este año y siguiendo el lema propuesto por el Consejo Internacional de Museos (ICOM), estaremos compartiendo de la mano del Dr. Carlos Díaz crónicas y vivencias que han marcado la historia local y de nuestro distrito. Invitamos a todas aquellas personas que deseen ser partícipes, relatando sucesos que se sumen porque son valiosos aportes a nuestra memoria.

Iniciamos con "ANÉCDOTAS DE CIRCO"

Recordando las cosas y hechos que ocurrían en la época de nuestra niñez y adolescencia, me viene a la memoria, dentro de muchas, la llegada y estadía de los circos ( 1950-1960).

El más tradicional fue el de los hermanos VILLALBA, que anula o bianual llegaban con su carpa y se instalaban, generalmente en la quinta de ARCUCCI ( T. Torre y San Martín) permaneciendo en la ciudad varios meses, especialmente si venían en invierno, dado que había niños que concurrían a las escuelas.

Estos hermanos, Andrés y Diego, eran los ases del motociclismo y lucían su habilidad en el “Globo de la muerte”, donde raudamente comenzaban a girar y nuestros corazones a palpitar al mismo ritmo de esa velocidad centrífuga que producían para que no se cayeran. A todo esto había que sumarle el olor a nafta preparada adrede para una mejor y perfecta combustión, ocasionándonos una sensación inigualable e inolvidable.

“Las águilas humanas” a toda altura de la carpa. “ Trosky” con el trapecio y el alambre, los infaltables animales y domadores y por supuesto “ Pochito”, la estrella infantil.

Otros circos, con carpas más pobres y que sabían instalarse en el predio detrás del Mercado Municipal eran de los “ gitanos” donde los números artísticos no eran de mucha calidad, pero traían su atracción principal : “La osa boxeadora”. A este pobre animal le envolvían las extremidades delanteras a modo de guantes de box y dentro de su jaula y con su cuidador hacían una parodia de enfrentamiento. El contrincante, siempre alguien del pueblo, de físico grande y que tuviera coraje y necesidad de algunos pesos que, los organizadores le daban. Nunca vimos ganar a un coterráneo, pero el entusiasmo, la curiosidad, la incertidumbre y la música de la banda del circo, nos transportaba a una situación de éxtasis.

Por. Dr. Carlos A. Díaz.